SI GALILEO VIVIERA IRÍA A LOS TOROS

MANUEL GUTIÉRREZ TROYA - AFICIONADO DE GRANADA

 

        

          No será difícil asentir si se dice que algunos dirigentes de la sociedad no siempre proceden sobre una base sólida y profunda de conocimiento. Un claro ejemplo podría  ser para muchos personajes pudientes, como al igual de otros individuos que tanto arremeten, al estilo inquisitorio, por la no aceptación de las corridas de toros.

            En un libro escrito por el catedrático catalán Víctor Gómez Pin, profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona, al que le imprimió por título; La Tauromaquia como exigencia ética, en el que se podía leer en uno de sus párrafos: “la vulgar evidencia es que el toro no sufre, pero la evidencia tiene su riesgo…”  Desde la Inquisición hasta la época del inventor y físico italiano Galileo, aunque un siglo antes el astrólogo polaco Copérnico ya había pronosticado que: “la evidencia es tan clara que el Sol gira alrededor de la Tierra”. Con posterioridad el referido Galileo lo testifico y perceptiblemente aclaró, la evidencia determina que puede ser todo lo contrario.

 ¿Será una evidencia clara que el toro no sufre si se hace un válido análisis de superación como el que manifestara en su día Galileo? Pues bien, en todo caso puede decirse que en cualquier sufrimiento hay que atender a toda la complejidad neurocognoscitiva del que lo padece en su cerebro y terminales sensoriales (inteligencia sentiente), tesis del filósofo español Zubirí. ¿Se sabría a la perfección y tener las ideas claras de saber cuando se le practica o se hace daño a un animal como si se le hiciese y practicara por igual a una persona? A mi modesto entender, pienso que no puede existir manifiesta certeza. La sensibilidad animal habría que verla desde otra perspectiva diferente, de una manera diversa cuando se habla de crueldad, es lo que suele muchas veces ocurrir más o menos inconscientemente en las sensibilidades de algunas personas, por ejemplo; que no les gusten los toros, o que le gusten montar en bicicleta, o que les gusten el baile…, todo ello es tan generalizado como elemental y respetado.

            En el toro, como en cualquier animal y según grados, se da una simplicidad de  cerebro y tosquedad de terminales sensoriales (no inteligencia), que no son en absoluto las que posee el ser humano. Apreciación que puede ilustrarse con el hecho de una comprobación de anestesia en las personas. En los animales quedan reducidos en determinadas zonas al no tener conciencia. También deberá ser la carencia de inteligencia en el toro, correlativamente a la sensibilidad de una perspectiva humana prácticamente disipada, de la que no puede haber trecho.

No es posible a la evidencia de que el toro no sufre, pudiéndole ocurrir algo su generis animal, que desde lo humano no debería llamarse sufrimiento (en rigor no es sufrimiento, sino contrariedad que percibe y rechaza mecánicamente). La falta de conciencia, es el elemento principal y clave: ni sabe lo que ocurre, ni sabe que muere, aunque instintivamente rehúse, al igual que desde las más elementales estructuras meloculares  rechazan lo que es adverso. El toro carece de personalidad, pero al hablar de los animales como sujetos de derecho propio, versus personas, la hipérbole resulta sicodélica.

            Pero en el caso de que las corridas fuesen solamente por capricho…, más ahí está el rito: culmen de arte donde la verdad impera en contexto de tragedia, como en ningún otro escenario, que al conjugarse llamémosle deportividad, estética, fuerza o peligro, legítimamente asume con vocación todas sus consecuencias. Consideración aparte es la evidencia del sufrimiento en el torero, mas en ello está la grandeza de la fiesta, nadie desea la cogida del diestro, pero cuando ocurre, hay que entonar loas al valiente que verdaderamente ha hecho arte de la sublime tragedia.

            Análogamente, los niños espectadores, el que suscribe, una de las cosas que más agradecería es que, los padres de estos pequeños, les encausaran y les explicaran durante las corridas la tesis anteriormente expuesta.

Puede darse una visión de mayor encantamiento y arrebato para formar sensibilidades recias, pero si se atiende a la psicología infantil, la actitud hacia una fiera,  precisamente no es de compasión ni ternura, sino la de oponerse valientemente y vencerla.

Que hipócrita determinación sería apartar a los pequeños de la fiesta taurina,  mientras la televisión les llena los ojos continuamente con seres humanos muertos en guerras,  pistoletazos desmedidos o filmes de vaqueros, etc., etc.

            Ahí está, en suma, la sublimación de la fiereza en sometimiento y arriesgada armonía con la propia inteligencia, que en este caso, ni los mismos toreros tienen a veces percepción refleja.

            Puede decirse al fin de cuentas “pues a mi no me gusta”, entonces, prescinda usted de ellas. Pero déjense de afirmaciones y acciones de todo punto discutibles o susceptibles de rigurosa crítica. Creo que merece respeto una sensibilidad explícita que supone todo lo antedicho, que no es por cierto, la de quienes se afectan por los animales y olvidan la muerte de mas de cuarenta millones al año de personas y niños raquíticos por hambre. ¿Qué hacen los antitaurinos para paliar esta? Pocos colectivos habrá más generosos en actuaciones benéficas que el del toro. Si no que se lo pregunten al maestro Enrique Ponce, que ha intervenido en mas de trescientos cincuenta festivales benéficos exponiendo su vida y sin cobrar ni un solo euro. Al igual que otros muchísimos toreros  lo han hecho por las mismas causas y también con buen número de actuaciones.

            Finalmente, ahí está Europa -como no- para que seamos como ellos. Que nos digan lo que tenemos que hacer. ¡Entonces magnífico! aquí están los objetores en la libre democracia, tal vez sin garantía de saber y entender, profundos e independientes  en sus aseveraciones. ¡A ver si resucita el filósofo griego Platón para que nos organice su filosofía que gira en torno a la teoría de ideas y modelos espirituales, además  solamente para los sabios de aquellas realidades sensibles! ¡A ver si resucita Galileo para trocar evidencias frente a los inquisidores, y así poder marchase lindamente a presenciar y disfrutar de una corrida de toros¡ ¡Ah!, a buen seguro iría acompañado por Goya, Benlliure, Gasset, Falla, Picasso, Lorca, Alberti, Hemingway, Vargas Llosa, etc., etc., todos ellos admiradores del arte, de la cultura, de la pintura, de la escultura, de los versos, de las páginas y más páginas…