EL REFLEJO DE UNA TRAGEDIA EN LA PRENSA DE LA ÉPOCA.
MANUEL RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, MANOLETE (1917-1947).
 

JESÚS DANIEL LAGUNA RECHE

 

 

La trágica muerte del torero cordobés Manolete, con tan sólo treinta años, el 29 de agosto de 1947, es sobradamente conocida. El triste suceso conmocionó no sólo al mundo del toreo, que tenía en el maestro a una de sus más brillantes figuras de todos los tiempos, sino a todo el país, que veía en los toros un importante pasatiempo, en una época en que el sentimiento de apego a los artistas del toreo no era perturbado por bandadas de ignorantes que, como pasa ahora, se agolpasen donde nadie los llamase para cabrear a los aficionados y hacer payasadas tales como malgastar botes de pintura roja en pintarrajearse el culo y tumbarse en el suelo.


Traigo aquí el recuerdo de la muerte de Manolete, en este poco recordado 65 aniversario –algo normal, pues no suelen celebrarse los 65 aniversarios que nada tengan que ver con cosas de la absurda memoria histórica-, para mostrar un ejemplo del tratamiento que en una edición de la prensa del momento se hizo del caso.
En uno de mis habituales paseos por Madrid, hace unos meses encontré en el suelo de la muy conocida calle de Claudio Moyano, junto al Paseo del Prado y el parque de El Retiro, el ejemplar de prensa del que aquí expongo unos retazos. Se trata de la edición del diario de la tarde La Prensa, editado en Barcelona, del día viernes, 29 de agosto de 1947, el posterior a la cornada y el de la muerte del torero. Obviamente, lo cogí y lo añadí a mi colección de papeles curiosos y otras rarezas.
Veamos algunos fragmentos del relato de la tragedia:

MANOLETE, MUERTO POR UN TORO EN LINARES.
Recibió ayer una cornada al estoquear, y ha fallecido a las 5,25 de hoy.
Dos operaciones quirúrgicas y cinco transfusiones de sangre, impotentes para salvarle.
Murió sin dolor ni estertores de agonía.
La Cruz de Beneficencia, impuesta al cadáver como homenaje póstumo del Gobierno al gran torero.
Imponente manifestación de duelo en Córdoba, donde los restos han llegado a las dos de la tarde, y en todos los pueblos.
Profundo sentimiento en toda España.
El entierro se efectuará mañana, en el panteón familiar del malogrado diestro.

A las cinco y veinticinco de la madrugada de hoy, confortado con los auxilios espirituales, ha fallecido, a consecuencia de una cornada que le infirió ayer tarde un toro de Miura, el diestro Manuel Rodríguez, Manolete.
Ha tenido una agonía de diez minutos. Mientras se verificaba la última transfusión de sangre, estaban con el diestro los doctores Jiménez Guinea y Tamames, toda la cuadrilla de Manolete, su apoderado “Camará”, Domingo “Dominguín” y numerosos amigos.

Manolete habla con el doctor Jiménez Guinea. ¡Don Luis –exclama el torero-; que no siento esta pierna!
La pequeña reacción operada en Manolete y que llenó de esperanza a los que le rodeaban, hizo que el diestro pronunciara algunas frases. Al llegar el doctor Jiménez Guinea, Manolete le conoció en el acto, ofreciéndole la mano para saludarlo. Poco después el torero pidió un cigarrillo, del que dio tres o cuatro chupadas. Dirigiéndose al doctor Jiménez Guinea, le dijo el diestro cordobés: Don Luis, no siento esta pierna. Se refería a la derecha, que era la que había recibido la cornada. En el acto se le hizo la quinta transfusión de sangre traída desde Madrid por el doctor Tamames, y minutos más tarde el torero, de nuevo dirigiéndose al doctor Guinea, le dijo: Don Luis, que tampoco siento la otra pierna.
Al acabar esta frase, la cara de Manolete se contrajo y empalideció más aún de lo que estaba. Entonces fue cuando los médicos se convencieron aún más de que el fatal desenlace era inevitable y estaba próximo. A los pocos minutos, Manolete le dijo a don Luis Jiménez Guinea que ya no le veía. El doctor le contestó: No te preocupes de nada, porque vas muy bien. Entonces se ordenó al capellán del hospital que le fuesen administrados los Santos Sacramentos y el diestro recibió la extremaunción. A los cinco minutos dejaba de existir sin la menor contracción ni estertor alguno.
Su apoderado Camará, los elementos de su cuadrilla, don Álvaro Domecq y Gitanillo de Triana, que en el coche de Manolete marchó a Madrid a buscar al doctor Jiménez Guinea, con el que volvió, se hicieron cargo del cadáver.
Manolete ha sido amortajado con un sudario blanco, teniendo entre las manos un crucifijo.

La noticia de la muerte, a pesar de la hora intempestiva, la conocieron enseguida centenares de personas que aguardaban ansiosos en los alrededores del hospital de Linares. La consternación fue general y lo mismo ocurrió cuando la noticia se difundió por la ciudad. Desde Sevilla han salido por la mañana algunos íntimos de Manolete para Linares, con objeto de acompañar el cadáver del torero hasta Córdoba, donde recibirá sepultura. La empresa taurina de Sevilla, los ganaderos, toreros y otros elementos ligados a la fiesta de toros, han cursado mensajes, unos al apoderado del diestro y otros a los familiares de Manolete. La muerte de éste ha producido la misma impresión de dolorosa sorpresa y profundo sentimiento que causó la de Joselito. En todas partes, los comentarios giran en torno a la trágica desaparición de la gran figura del toreo actual, que era Manuel Rodríguez “Manolete”.

A las seis de la mañana se abrieron las puertas del hospital cuando el cuerpo de Manolete estaba amortajado y colocado en la misma sala y cama donde había fallecido. Allí se instaló la capilla ardiente y en el acto empezó el desfile de todo el pueblo de Linares, pudiendo decir que han pasado de veinte mil las personas que han desfilado por el hospital, por lo que fue precisa la intervención de la fuerza pública para regular el acceso al hospital. Numerosísimas personas, entre ellas señoritas, eran portadoras de ramos de flores que colocaban en la caja de Manolete. A las diez en punto de la mañana el cadáver de Manolete fue colocado en un modesto ataúd y a las diez y media trasladado a hombros de individuos de su cuadrilla a una ambulancia de la Cruz Roja, para ser trasladado a Córdoba. Apenas fue depositado el féretro en la ambulancia, el coche emprendió la marcha, tras del cual marchaban infinidad de coches y el primero el automóvil del torero, en el que iban Camará y los individuos de su cuadrilla.
Un cuarto de hora antes llegó a Linares un aparato que voló por la ciudad sin poder tomar tierra hasta cinco minutos después de salir la comitiva, en que aterrizó a un kilómetro aproximadamente de la capital. Se cree que en él han venido operadores del NO DO.

Desgarradoras escenas ante el domicilio de Manolete. En la Avenida de Cervantes, número 22, domicilio del infortunado diestro cordobés, hay numerosísimas personas que van desfilando ante la casa de Manolete. Las escenas que se desarrollan son desgarradoras. La muchedumbre se apiña en dicha avenida y en los alrededores y ha habido necesidad de que la fuerza pública imponga su autoridad, ya que se hacía realmente imposible poder llegar hasta la casa del diestro. De los pueblos inmediatos se ven llegar a numerosísimas personas con el propósito de asistir mañana al entierro.

Córdoba entera ha paralizado sus actividades. La capilla ardiente ha sido instalada en el salón de la casa de Manolete, revestido de paños negros y con numerosos blandones de cera, todo ello presidido por un crucifijo. La hermana y demás familiares del diestro lloran desconsoladamente. En las primeras horas llegaron a Córdoba todos los individuos de la cuadrilla del gran torero, que se muestran apenadísimos. El periódico Córdoba ha lanzado una edición extraordinaria, que se agotó a los pocos minutos de su salida, y Radio Córdoba ha dado emisiones extraordinarias con las noticias que se reciben sobre el traslado del cadáver del diestro cordobés. Puede decirse que Córdoba entera ha paralizado sus actividades, sobrecogida por el dolor de la terrible noticia, y en los semblantes de todos se refleja la consternación. Las mujeres lloran y los hombres difícilmente pueden contener la emoción. A lo largo de la Avenida de la Victoria y su prolongación, la Avenida de Cervantes, donde residía el diestro, la muchedumbre estacionada es inmensa y un verdadero hormiguero humano que espera impaciente y emocionado la llegada del cadáver.
A las doce y media, procedentes de Linares, llegaron el banderillero de la cuadrilla de Manolete y primo hermano del diestro Rafael Sapo “Cantinflas”. El cadáver será inhumado en el panteón familiar en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Se recuerda que el abuelo de Manolete, el célebre diestro “Pepete”, fue muerto también por un Miura en la plaza de Madrid.

El paso de la fúnebre comitiva constituye una impresionante manifestación de duelo. El paso de la comitiva fúnebre por los pueblos de Villa del Río, Montoro, Pedro Abad y El Carpio, ha constituido una impresionante manifestación de duelo.
El vecindario se echó a las calles, rodeando a la comitiva y arrojando flores sobre el ataúd. El cadáver de Manolete venía en una furgoneta de la Cruz Roja y era seguido de seis automóviles ocupados por el apoderado del diestro, “Camará”, don Álvaro Domecq, el crítico de Pueblo, Bellón, y familiares del diestro. La llegada del cadáver a Alcolea se hizo a las dos menos cuarto de la tarde y fue recibido por el vecindario en masa que se encontraba en las calles y que arrojó infinidad de flores sobre el féretro. La emoción era indescriptible viéndose a mucha gente llorar. Difícilmente se pudo poner de nuevo en marcha la comitiva hacia Córdoba.

La madre de Manolete llega a Córdoba. A las cuatro y cuarto de la tarde ha llegado, procedente de San Sebastián, doña Angustias Sánchez, madre de Manolete. El viaje lo ha hecho en un automóvil cedido por el marqués de Villapadierna.
La acompañaban dos sobrinas del diestro que veraneaban con ella en San Sebastián, y el empresario de aquella plaza, don Pablo Martínez Chopera. La entrada de la madre de Manolete en la casa fue de indescriptible emoción. Se abrazó a todos los familiares llorando desconsoladamente. Quiso entrar en la capilla ardiente, pero se lo impidieron.
Frente a la casa del diestro continúa estacionada una inmensa multitud, esperando para desfilar ante el cadáver. A última hora de la tarde se espera la llegada del presidente de la Diputación de Madrid, marqués de la Valdavia, quien, en nombre del ministro de la Gobernación, impondrá al cadáver de Manolete la Gran Cruz de Beneficencia.

La triste noticia, en Madrid. Desde las primeras horas de la mañana han desaparecido los periódicos de los quioscos y de las manos de los vendedores ambulantes, materialmente arrebatados de las manos, al circular la noticia de la muerte de Manolete.
En los establecimientos públicos, bares, cafés, centros industriales y comercios, bancos y por las calles en corrillos, las gentes no tienen otro tema de conversación que el suceso de Linares. Madrid entero se encuentra afectado por la muerte del torero cordobés.
En el trozo de la calle de Alcalá comprendido entre las calles de Cedaceros y Sevilla, lugar frecuentadísimo por toreros y actores, que generalmente durante la mañana es lugar donde la charla se desarrolla animadísima entre la gente de coleta, y donde se hacen y deshacen contratos, esta mañana se encontraba tan concurrida o más que de ordinario, pero todos guardaban un silencio impresionante. Ese popular trozo de la madrileñísima era una zona de luto, donde las conversaciones se hacía en voz baja, y todos parecían abrumados por una tragedia que jamás llegó a suponerse que podría ocurrir.
La impresión aquí es extraordinaria. Los viejos aficionados evocan la muerte de Joselito y dicen que esta ha producido todavía mayor consternación. Mañana Línea insertará numerosas fotografías del diestro, y esta tarde han comenzado ya a situarse ante el periódico varios vendedores para ser los primeros en recoger mañana por la mañana la edición con todos los detalles de su muerte.

La noticia causa penosísima impresión en Burgos. La noticia de la muerte del diestro Manolete ha causado penosísima impresión en esta capital. El diario local La Voz de Castilla, que ha sido el primero en recoger la dolorosa noticia, agotó en pocos momentos su tirada, teniéndose que ampliar ésta a elevadísimo número y hacer otras nuevas con detalles y referencias.
Todos los números eran arrebatados de manos de los vendedores. El otro periódico local, El Diario de Burgos, puso transparentes especiales, ante los que se agolpaba la multitud de personas. De Burgos se han cursado numerosas conferencias y telegramas a Córdoba.
Un grupo de admiradores prepara su desplazamiento a aquella capital andaluza para asistir al entierro del coloso.

La crónica de la faena con el quinto toro, Islero, dice así:

Manolete lo recibe con tres verónicas superiores. Tres varas. Un picador de Manolete es llamado a la presidencia por recargar con exceso en su puya. Tres pares. Manolete da cinco naturales imponentes y desafía al bicho en los mismos pitones. (Ovación). Otra serie de naturales inmensos, molinetes y de rodillas (el delirio). Caen prendas de vestir. Cuatro manoletinas inmensas, pases por alto colosales y sigue con otros diversos para una estocada inmensa, en la que sale prendido y derribado. En brazos de las asistencias es trasladado rápidamente a la enfermería, al parecer con una cornada, pues lleva la ingle llena de sangre. A la enfermería le llevan las dos orejas y el rabo que le han sido concedidos.

Y el parte facultativo de diagnóstico tras el ingreso:

Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en la enfermería el diestro Manuel Rodríguez “Manolete”, con una herida de asta de toro situada en el ángulo inferior del triángulo de scarpa con un trayecto de dos centímetros de abajo a arriba y de dentro a afuera y ligeramente de delante a atrás, con destrozo de fibras musculares del sartorio faicordiforme presto externo, con rotura de la vena safena y contorneado el paquete vascular nervioso y la arteria femoral, en una extensión de cinco centímetros, y otra trayectoria hacia abajo y hacia afuera, de unos 15 centímetros de longitud, con extensa hemorragia y fuerte “shock” traumático. Pronóstico, muy grave.
Durante la cura, le fue hecha una transfusión de sangre por el doctor Moinilla, prestando su sangre el cabo de la Policía Armada de la plantilla de Linares, Juan Sánchez.