LOS TOROS EN LA GUERRA CIVIL

MANUEL GUTIERREZ TROYA

Aficionado de Granada

 Es curioso que siempre que se habla o se escribe del mundo de los toros se haga nula referencia a la época de aquella cruel e incivil guerra, me refiero a la Guerra Civil española del 1936 al 1939. Pero hoy en este modesto escrito, intentaré explicar unas pocas de las muchas anécdotas que ocurrieron en nuestra fiesta taurina durante el transcurso de dicha guerra.
No obstante, en ambos bandos, es decir; en el de izquierdas y en el de derechas, se mantuvo la Fiesta con más o menos altibajos, pero mermado considerablemente el número de corridas y la calidad del espectáculo como del ganado. Para muchos es bien sabido, que las reses estoqueadas en aquellos festejos se destinaban como alimento por los servicios de Intendencia para darles de comer a las tropas de los dos frentes.
En cuanto a los toreros, a unos les tocó adaptarse al ejercito en la zona donde se hallaban prestando el servicio militar con la Patria en aquel 18 de julio del 1936, poniendo uno de los casos el de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, que le cogió en la parte de los alzados, al estar cumpliendo con los deberes patrios en el arma de Artillería, Primer Regimiento Pesado de Córdoba, y a otros, en la zona republicana, como fueron Domingo Ortega y Rafael Gómez “El Gallo”.
Tanto en una parte como en otra, reiterando lo de antes, se celebraban corridas de toros y novilladas. En un lado era obligatorio hacer el paseillo con el brazo en alto haciendo el saludo fascista, y en el otro con el puño cerrado que es todo lo opuesto a lo anterior. Ahora bien, el resto de la lidia se efectuaba lo mismo que a la presente, aunque muchas veces las bandas de música hacían sonar algunos “pasodobles” de tinte político y menos de taurinos, según lugar y toreros, dado a las ideas de cada cual…
De lo que no hay dudas, tras los años siguientes de la inolvidable contienda, dejó serias repercusiones en la cabaña brava, y en mayor medida por la zona centro de España, debido a la discriminación masiva de la exterminación de muchos animales bravos en las dehesas, principalmente por la penuria alimentación reinante para las personas, desbastándose muchísimas ganaderías y encastes, sobre todo la Jijona, Vistahermosa, Ayala, Marqués de Albayda y Espinosa-Hidalgo.
Como consecuencia de la referida aniquilación incontrolada de los animales, se pagaría con posterioridad un alto precio hasta que se fueron regenerando y poner a punto las ganaderías afectadas, transcurriendo un tiempo indispensable para su puesta en marcha de nuevo, además del costo importante que produjo.
Hay una anécdota muy curiosa que debo contarla por su trascendencia y contenido. Ocurrió en Valencia, ciudad donde era zona republicana en agosto de 1936. Se celebraba una corrida de toros en la que toreaban Rafael Gómez “El Gallo” y Domingo Ortega. En el instante de iniciar el paseillo, Domingo se lía el capote de seda sobre el brazo izquierdo, saliendo al ruedo con el otro brazo en alto y puño cerrado. Rafael lo hace lo mismo pero con la mano abierta. Durante el trayecto de dicho paseíllo, “El Gallo” recibió una gran pitada. Estando ya cerca de terminar de cruzar la arena, Domingo Ortega le dijo a Rafael “El Gallo”, “por tu madre Rafael, cierra el puño que esta gente nos fusila”, haciendo oídos sordos de lo escuchado. Así de esta manera llegaron a la barrera para saludar al Presidente como es preceptivo. Inmediatamente el Usía dio la orden de su detención. Al preguntarle que como se le había ocurrido hacer el saludo fascista, a lo cual contestó: ¿Pero qué saludo fascista, lo que pasa es que me daba el sol en los ojos y me tapaba con la mano?
Aquella tarde, Domingo Ortega salió de la plaza en hombros de sus partidarios e idealistas, pero Rafael Gómez todo lo contrario, porque antes de finalizar la corrida dio la “espantá” y se marchó, norma asidua en él, por lo que la detención se produjo de inmediato. Este genial torero de raza calé, fue en muchas ocasiones arrestado por negarse a matar toros en corridas, pero en otras sorprendía con su toreo tan magistral y sublime como de su arte tan singular y único, que bastantes veces hacía olvidar sus días negativos y desafortunados. Hay otra anécdota muy graciosa de este improvisado e inesperado torero, en una ocasión en Madrid, al finalizar el paseillo de una corrida, se encontraba la puerta de enfrente abierta, siguió andando, salió fuera del coso y, tras coger un coche de caballos, se fue al hotel y se acostó. Lógicamente allí fue la Policía y lo detuvieron. Era una más de las “espantadas” de este torero gitano.
Referente a otras curiosidades que se dio por aquel periodo de la referida guerra española, diremos el motivo de no tocar la banda de música en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid durante la lidia. Pues se debe a un caso desagradable que ocurrió el día 24-05-1939, motivado por una contundente riña entre el público que ocupaban los tendidos, resultando numerosos heridos de consideración, todo ello fue atribuido a las ideas contrarias y políticas de seguidores o partidarios de dos de los toreros que actuaban ese día, siendo estos Domingo Ortega y Marcial Lalanda, al impedir un sector del graderío que tocase un pasodoble torero a uno de sus ídolos de aquella tarde, otro sector insistían que fuese lo contrario, querían una marcha de matiz político. El señor Presidente de la corrida al contemplar lo sucedido, desde aquel día, prohibió por Decreto y para siempre, que no sonara la música en la lidia de cualquier toro.
Dicho festejo fue la corrida denominada Corrida de la Victoria, interviniendo en ella además de los dos toreros nombrados, el rejoneador Antonio Cañero, y los diestros de a pie Vicente Barrera, José Amorós, Pepe Mejías “Bienvenida” y El Estudiante, el ganado pertenecía a Carmen de Federico y a Antonio Pérez-Tabernero. Por cierto, aquel día cortaron un rabo cada uno Domingo Ortega y Pepe “Bienvenida” a sendos toros del referenciado Pérez-Tabernero.
Pero curiosamente, muchísimo tiempo después de aquella prohibición, en una de las despedidas del excelente y queridísimo torero de la afición madrileña, Antonio Mejías “Bienvenida”, fecha 16-10-1966, brinda un toro al Director de la banda y a su hermano Ángel Luís que ocupaba un asiento del tendido tres, muy cerca de donde se ubica por costumbre la citada banda, y en honor a este brindis, el Presidente ordenó que le tocaran el pasodoble que lleva por título el nombre del torero, pero nada más que en ese toro. Hecho que dio lugar a muchas críticas. Después y hasta la presente, no se sigue tocando para ningún matador mientras esté toreando en la referida plaza de toros. La música solamente suena cuando se hace el paseíllo y en los intermedios de cada toro.