LA CRISIS EN LA GANADERÍA DE LIDIA


ANTONIO ORTIZ MARTÍNEZ
Veterinario de la Plaza de Toros de Granada

 

La crisis económica, que ha incidido en un descenso enorme de espectáculos taurinos –desde 2007 hasta la fecha ha descendido aproximadamente en un 50%-, afecta hasta tal punto a los criadores de toros de lidia que lo que en su tiempo era un negocio seguro se ha convertido para muchos en una ruina. Esa, al menos, es una de las palabras más repetidas por un puñado de titulares entre las ganaderías más selectas.

La cría del toro bravo de forma racional, se remonta al siglo XVIII. La nobleza hasta ese momento los utilizaba para los espectáculos a caballo. La extensión de la fiesta se populariza con el toreo a pie, y con ello aumentó la demanda.
En la crianza del toro bravo, raza única en el mundo, intervienen unas 500.000 hectáreas, 300.000 de ellas de alto valor ecológico; y más de 10.000 personas se emplean en las explotaciones de lidia. El sector taurino en su conjunto afecta a más de 200.000 personas de manera directa e indirecta, y supone el 1,5% del PIB.
La figura del ganadero, en el concepto tradicional significó un modelo de gestión, donde el consejero delegado y el consejo de administración son entes desconocidos. La soledad del ganadero en la alquimia de la selección, le alejó en muchos casos de la cuenta de resultado y de explotación. Aquí no existió predominancia de lo rentable, más bien lo contrario, sobre el logro de conseguir un toro bravo y encastado. El resultado de las decisiones siempre son a muy largo plazo, quizás por ello los objetivos económicos y los de la crianza no lleguen a converger. De ahí que se hable en numerosas ocasiones del romanticismo del ganadero de bravo.
Si lo anterior se constataba más en el pasado como tópico, bien es cierto que en la actualidad han irrumpido muchos ganaderos con nuevas formas: personas del mundo de los negocios y de la empresa o profesionales independientes. Ellos no cumplen con los preceptos tradicionales ni lo creen necesario. Lo atractivo de este ocio y estilo de vida, les permite una relación con otros segmentos sociales de forma peculiar, y a su vez intervienen fuertes sumas de capitales.
Las explotaciones de lidia, como cualquier otra actividad económica están sometidas a los influjos condicionantes de los recursos naturales, los recursos humanos y de capital.
Las ganaderías requieren una gran superficie de suelo, que según su calidad pueden variar de 1 a 5 animales la carga admisible por hectárea. La evolución de su precio ha llegado hasta un incremento de un 200% en los últimos 20 años.
Los recursos humanos son unos de los factores más decisivos en la crianza del toro. A medida que se ha devaluado el estilo de vida en el sector agrario en general y ganadero en particular, se ha complicado el trabajo: la dedicación plena durante mucho tiempo y las escasas posibilidades de ocio, ahuyentan nuevas incorporaciones y alejan a los que están.
El número de personas que son necesarias en las explotaciones de lidia, duplican a las otras explotaciones de extensivo en general. Ascendiendo su coste medio anual en los últimos 20 años, en una horquilla de un 11 a un 15% anual. La panacea no ha sido ni es la mano de obra inmigrante, pues la falta de cualificación y afición no han resuelto las carencias del sector.
Los recursos económicos para la adquisición de una finca, edificar las dependencias necesarias, las cercas, ganadería etc., requieren desde su inicio una fuerte inversión. El empresario-ganadero con estos mimbres tendrá que agudizar sus conocimientos para gestar una ganadería, que produzca un toro con su idea del mismo.

No se puede establecer una linealidad de costos e ingresos y generalizar los mismos a todas las explotaciones, pues tampoco existen datos de ganaderías de referencias. Pues no todas las fincas son iguales ni los ganaderos los mismos, ni los mayorales, y tampoco los objetivos que se pueden conseguir. Una ganadería de bravo es diferente a todo lo demás, a veces incluso a otra,
El capital fijo, lo constituye las infraestructuras y su mantenimiento, los intereses de las mismas deduciéndole la inflación y la amortización del ganado (bajas y reposición).
El capital circulante lo compone la alimentación (44%), la mano de obra (30%). La Seguridad Social, los gastos de veterinarios, medicamentos, consumos, el problema añadido de los Materiales Específicos de Riesgo como consecuencia del Mal de las Vacas Locas, etc.
Los costes de gestión, normalmente no están valorados, se supone que eso siempre está implícito en el esfuerzo y riesgo personal del ganadero.
El mantenimiento económico de las explotaciones, tendrá que venir determinado por la venta de sus productos. Bien sea para novilladas con o sin caballos, corridas de toros, rejones o festejos populares La venta de desecho para sacrificio, hoy como ayer totalmente devaluada, salvo alguna iniciativa interesante y de buen futuro como sería la comercialización de las carnes con denominación de lidia. El alquiler o venta de reproductores, aspecto este que no se da en todas las ganaderías. Y los ingresos por subvenciones provenientes de la PAC.

El problema de la ganadería de lidia actualmente pasa por un estancamiento grave en el precio de los productos, que incluso para muchos ganaderos ha bajado, además de una subida de costes incontrolada: carburantes, cereales, piensos, etc.
El mercado del toro de lidia se caracteriza fundamentalmente, por un exceso de oferta que no se corresponde con la demanda. En los últimos 20 años se ha producido un significativo incremento de explotaciones y de reproductoras, que ha provocado un desequilibrio temerario de los precios.
Además las subvenciones indiscriminadas de la UE, (primas de vacas nodrizas, primas por extensificación, de sacrificios, de machos, etc.)que sí beneficia a otras razas en la lidia rompió las reglas del mercado, porque han aparecido múltiples ganaderías formadas por vacas de desecho, mercado negro de compra de derechos, trasiego de hierros, venta de machos por debajo de coste, etc.
Si se eliminara este sistema proteccionista y hubiera una liberalización total del mercado, se regularía por su propia dinámica permitiendo una reducción importante en el número de vacas y por tanto de machos. Habría en definitiva una competencia más leal entre las ganaderías.
El mercado actual está dominado por círculos empresariales, que ajustan precios con ganaderos para toda la temporada y con formulas de pagos muy singulares. Independientemente del estado que se encuentre la ganadería aparecerá en determinadas ferias.
En esta deriva el ganadero ha perdido su protagonismo paulatinamente, salvo excepciones. Sufre una subordinación a toreros en cuanto a selección del toro, entrando en circuitos de comercialización controlados por empresas y apoderados, a merced de determinados intereses. Como consecuencia de las nuevas reglas de juego están despareciendo algunos encastes.

El coste de un toro desde su nacimiento hasta su lidia en la plaza como cuatreño, suele oscilar entre los 3.500 y 5.000 euros. Únicamente alimentarlo durante el último año- come una media diaria de nueve kilos de pienso y dos de paja, supone un gasto de unos 650-700 euros. Por tanto una corrida de seis toros tendría que venderse por encima de los 30.000 euros.
A las ganaderías que están arriba les sale rentable el negocio. A las que venden la corrida por debajo de 18.000 euros les cuesta el dinero. Esta crisis acabará regulando el mercado, pero ahora mismo es un mal para muchas ganaderías .Los ganaderos que están arriba venden bien y al mejor precio desde el inicio de temporada. Otros ganaderos luchan actualmente por mantenerse en un mercado turbulento. Para otros muchos esta crisis ha apuntillado su sueño: ser ganadero de bravo.