El día doce de Octubre de 2007, en la
taurina localidad de La Peza y durante sus fiestas, presidí mi primer
festejo taurino, una novillada sin picadores, para posteriormente,
incorporarme a los equipos gubernativos de la Plaza de Toros de Granada
a los que pertenezco como Presidenta desde entonces. De esta forma y
después de más de quince años ejerciendo la crítica taurina, asumí
nuevas responsabilidades entorno a la Fiesta de los Toros, dando un paso
más en el compromiso que mantengo con ella. Una tarea compleja, ingrata
en muchas ocasiones, pero igualmente enriquecedora. Porque la
Presidencia de los festejos taurinos no es una acción baladí ni festiva,
sino que implica una gran responsabilidad. El presidente es la autoridad
que dirige la corrida de toros, y quién ha de velar porque sean
respetados los derechos de todas las partes intervinientes,
especialmente los espectadores, de forma inmediata. Es precisamente por
la complejidad ética y conceptual de la corrida, la confluencia de
intereses en muchos casos encontrado y la consideración del espectáculo
taurino como patrimonio del pueblo, de los aficionados, no
exclusivamente de aquellos que de él viven., por lo que desde siempre ha
estado - y entiendo deber seguir estando- controlada de alguna forma por
la Administración.
La autoridad gubernativa ha asumido desde casi siempre el mando en las
plazas de toros, pero no solo en las cuestiones relativas al orden
publico, como parece lógico, sino también ejerciendo funciones técnicas
de la lidia. Históricamente la figura del Presidente ha estado poco
regulada desde un punto de vista normativo y algunos casos, ha sido
cuestionada por los profesionales de la tauromaquia y algunos sectores
de la prensa taurina. Tras la dispersión reglamentaria del siglo XIX y
Pese a su fracaso, los reglamentos de 1917 y 1923, cuya obligatoriedad
quedaba restringida a las plazas de primera categoría, incluyeron
determinadas novedades que de alguna forma, han llegado hasta nuestros
día como la figura del asesor (artístico y veterinario) o del Delegado
de la Autoridad. Con el texto de 1930 se alcanza la unificación
reglamentaria, definiéndose, aunque de forma esquemática las funciones
presidenciales, así como el significado de los pañuelos.
En la actualidad, las disposiciones reglamentarias, tanto nacional como
autonómicas son mucho más explícitas, incluyendo como principal novedad,
la incorporación de aficionados a los Palcos, pudiendo ser presidentes,
personas de “reconocida competencia”
En Andalucía en la actualidad, nos regimos por el Reglamento Taurino
Andaluz aprobado por Decreto 68/2006 de 21 de Marzo que dedica su
Capitulo VI a la Presidencia y sus asesorías, Delegado Gubernativo y
equipo Veterinario de servicio. El Presidente, junto a su equipo,
participa activamente en las operaciones preliminares del festejo, tales
como desembarque, reconocimiento y pesaje de las reses, reconocimiento
de los caballos de picar, puyas y petos, sorteo, enchiqueramiento, entre
otras, interviene además durante la celebración del mismo, ordenando la
secuencia del festejo mediante la exhibición de los pañuelos, así como
en las operaciones finales – reconocimientos postmortem, apuntillamiento
de reses y documentación. Deben saber, aquellos aficionados que cada
tarde ocupan un tendido en cualquier plaza de toros, que el papel del
Presidente del Festejo, va más allá de la concesión o no de trofeos, que
son horas de trabajo en los corrales de la plaza, de dedicación y
compromiso. Afición y criterio, son imprescindibles para ocupar el palco
de una Plaza de Toros, y aquellos que lo hacemos, sólo aspiramos a
servir a la Fiesta. |