EN DEFENSA DEL TORO | |
ANTONIO ORTIZ MARTÍNEZ Veterinario de plazas de toros
Nos quitan los toros, de fumar, de beber o de conducir, los chiringuitos de la playa tiemblan, y hasta los anuncios pornográficos de los periódicos. La casta política prohíbe. Al final la mala follá acabará por consumirnos. Estos señores tristes intervencionistas que abundan por doquier y en todos los partidos, en vez de resolver problemas, no saben que hacer para joder la satisfacción de nuestros deseos, para joder nuestra cultura, nuestras tradiciones. Y sin embargo no hay nada más hermoso que la libertad. Si las corridas de toros tienen que desaparecer que lo hagan de una manera natural y paulatina, pero no con derogaciones abolicionistas. Y tiempo al tiempo que desaparecerán porque cada vez hay más mentes delicadas, más políticos inútiles mamando, malinchistas que piensan que el modelo de vida centroeuropeo es el que hay que imponer, pero sobre todo lo que hay es una ralea de sinvergüenzas empresarios y toreros que se hacen ricos a costa de un animal cada vez más aborregado. Las corridas de toros terminarán por aburrirnos a todos, porque el pobre animal, que no tiene culpa de nada es, cada día que pasa, menos toro.
¿Qué costumbres pueden considerarse atentatorias contra principios éticos y morales? Para unos puede que la caza, para otros la pesca como por ejemplo la almadraba del atún, quizás la cocción de mariscos, la experimentación con animales de laboratorio, el exterminio masivo de ratas en las alcantarillas para evitar que con su demografía galopante nos desalojen de las ciudades, la lucha mediante insecticidas sistémicos contra insectos propagadores de plagas, de enfermedades, o quizá sean los correbous.... Cerrar los ojos ante la muerte masiva de animales por parte del hombre a lo largo y ancho de este planeta, y cebarse contra las corridas de toros por ser un espectáculo público considerado creación española, en el que hay sangre, es negar la inteligencia del ser humano para dignificar la muerte en un espacio escénico dotándola de elementos estéticos y plásticos. El toro muere, pero el torero también puede morir. A los toros no vamos a divertirnos con el dolor de un animal, a los toros vamos a enfrentarnos con nuestro final, a percibir nuestro destino, vamos predispuestos a sufrir, a emocionarnos y, cada cual tiene la opción de entrar en una plaza de toros o de no entrar. Quien va a un restaurante a disfrutar de marisco o de carne, es cómplice de la muerte de miles de animales, muchos de los cuales sufren en vida unas condiciones de explotación penosas y una muerte anodina y sórdida no exenta de sufrimiento, pero el ser humano no debe prescindir de lo que le diferencia del resto de los los animales. Hay costumbres que hay que erradicar como por ejemplo tirar una cabra desde un campanario, golpear a ciegas con un palo en la cabeza a un pollo semienterrado, etc. pero no es el caso de las corridas de toros que están en la dimensión de la creación artística, de la pintura, arquitectura ( gracias a las corridas de toros existen las plazas de toros como elementos arquitectónicos singulares), escultura, literatura, diseño, cine, gastronomía, teatro, etc. De un hecho ancestral como es el enfrentamiento entre el hombre y la fiera, hemos hecho un acontecimiento cultural dando relevancia al juego de la vida y la muerte, del que emana un inagotable universo de sensibilidad. Abolirlo es demencial. El modo de producción de toros de lidia en la dehesa, en la que conviven distintos ecosistemas, es cultura ganadera propia creada por ganaderos españoles, modélica por el exquisito nivel de vida y mimo con que se trata a los animales. Yo pienso que si las corridas de toros tienen que desaparecer, que desaparezcan de manera natural, pero de ninguna manera cercenando la libertad que tanto esfuerzo nos está costando conseguir.
Sin toro no hay emoción. Las figuras del toreo han impuesto un animal sin poder, sin pitones, falto de fuerzas y sin casta. Y nosotros les llamamos indignos toruchos cuando los indignos son los que sólo piensan en la pasta y en la fama. Con estas mimbres, en general, las corridas de toros suelen aburrirme. Predomina el encaste Domecq, un encaste que ha invadido las ganaderías de este a oeste marcando la línea de un toro soso, de noble rayando en lo tonto, pero eso sí, las figuras salen a hombros cortándoles las orejas. La decadencia que amenaza el espectáculo está en el tipo de toro que han impuesto a los ganaderos (porque si no, éstos no venden), y además de todo, en lo que le hacen sistemáticamente a este tipo de toro: pasarlo por el mueco del barbero. Ésta es la verdadera indignidad. Hoy los veraguas, saltillos y santacolomas están marginados, predominado un tipo de encaste que está mutilando a los demás, dando toros cada vez más cómodos de presentación, descastados y mansos, lidiándose a diario corridas y corridas que se hacen insufribles, aunque de vez en vez sale algún toro que rompe, para callarnos la boca a los que criticamos esta cuestión.
Nos toman el pelo con los toros. Toros sin fuerza, nobles, que acometen sin poder en la suerte de varas, cayéndose a la salida. El público y los aficionados se quedan sin tercio de varas porque no hay toro y el poco que hay lo inutiliza el picador en el primer puyazo, con un segundo en plazas de primera, que suele ser un simulacro por puro trámite. El de a caballo que tuvo su gloria en otra época, actualmente está desacreditado bajo el mando del matador que le ordena medio matar al toro. Por tanto hoy en día ver a un toro pelear romaneando con la cara fija abajo es un suceso extraordinario, y si lo hace, los de las banderillas salen por piernas lanzando los arpones desde la lejanía, para que a continuación el matador lo tenga a huevo de despachar al morlaco sin querer verlo. Lo que vemos a diario en las plazas de toros es que, es el peto el encargado de detener la arrancada del toro, para después el picador cebarse en él desde arriba mientras a sus anchas el torero permanece de espectador.
Nos toman el pelo los toreros. Las figuras no quieren toros íntegros, bravos, bien armados, con poder. El sentido de la ética de la lidia se ha perdido porque los toreros no quieren toros de verdad, quieren toros seleccionados en mansos de varas que duren en la muleta para ellos lucirse sin riesgo. Pero el problema se multiplica porque además de imponernos un toro bobalicón al que exigen para más humillación del animal, que éste sea manipulado fraudulentamente, a la hora de citarlo, no lo citan con la verdad. Las corridas de toros son un fraude porque para ver un toro de verdad y un cite de verdad hay que echar instancia.
Con estas condiciones no me encuentro con fuerza moral para defender la permanencia de las corridas de toros en Cataluña, si no es sólo bajo el argumento de la pérdida de libertad y, porque no me gustan las prohibiciones. Exijo justicia para un toro con trapío, bien armado y con fuerzas. Si esto no se endereza, por mí las corridas de toros pueden ir despareciendo porque yo voy a ir terminando por no ir a ninguna. |
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