MANOLETE: UN TORERO PARA EL RECUERDO | |
GONZALO PULIDO CASTILLO
En la plaza de Linares, |
|
En 1929 ya era alumno de la Escuela
Taurina de Montilla y participó en alguna becerrada. Su debut como
novillero tuvo lugar en la Plaza de Toros de Cabra el 16 de abril de
1933. Hizo su presentación en Madrid, en la Plaza de Tetuán de las
Victorias, el 25 de mayo de 1935, al lado de Bonifacio Fresnillo
“Valerito Chico”, y de los mejicanos Silverio Pérez y Liborio Ruiz. El 2 de julio de 1939, recién acabada la Guerra Civil, tomó la alternativa en la Maestranza de Sevilla, en una corrida con reses de Clemente Tassara. Fue su padrino Manuel Jiménez “Chicuelo”, y testigo Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, que también lo acompañaría en su última corrida. Confirmó la alternativa en Madrid el 12 de octubre del mismo año, junto a Marcial Lalanda y Juan Belmonte Campoy. A partir de entonces su vida profesional fue una sucesión de éxitos en España y en Hispanoamérica. En Méjico mantenía rivalidad con Carlos Arruza, otro gran torero, y en España, con el no menos grande Luis Miguel Dominguín. Fue el ídolo de los aficionados de medio mundo, aunque no siempre el público lo trató con respeto, debido a su carácter serio, introvertido y reservado. No acostumbraba a sonreír y sus movimientos en el ruedo eran muy contenidos. Se distinguió con maestría en la suerte del volapié y fue el creador de la manoletina. A lo largo de sus ocho años de matador, participó en muchas corridas, con una media de más de 70 por temporada. Se dice que la actuación más memorable fue la del 6 de julio de 1944 en las Ventas, con el toro “Ratón”, durante la Corrida de la Prensa de Madrid. En 1943, en una fiesta en el conocido bar madrileño de Perico Chicote, conoció a una aspirante a actriz llamada Lupe Sino, de nombre real Antonia Bronchalo Lopesino. Se enamoró locamente de ella y se rindió por completo a sus encantos, que eran muchos: guapa, con amplia melena ondulada, boca sensual e hipnóticos ojos verdes. Manolete le ofreció una vida de lujo y placer desde entonces e incluso retiró a sus hermanas de la prostitución. La última vez que toreó en Madrid fue el 16 de julio de 1947 en la Corrida de Beneficencia, con “Gitanillo de Triana” y Pepín Martín Vázquez. Dio una vuelta al ruedo al matar a su primer toro y fue cogido por el segundo. Continuó y mereció las dos orejas, antes de entrar en la enfermería. El 28 de agosto toreó en la Plaza de Linares junto a “Gitanillo de Triana” y Luis Miguel Dominguín, el rival joven que le pisaba los talones del triunfo y de la fama. Su segundo toro, quinto de la tarde, de nombre “Islero”, era cárdeno entrepelado y cornicorto, pesaba 495 kilos y pertenecía a la ganadería de Miura. Con tres verónicas lo recibió el maestro. Luego hizo tres series de naturales, cuatro manoletinas y otros pases que hicieron levantarse al gentío enfervorizado. Se dispuso a matar. Y entonces sobrevino la tragedia. Mientras clavaba la estocada, el pitón del morlaco le destrozó la femoral y lo derribó en medio de un charco de sangre. Llevado a la paupérrima sala de curas de la plaza, lo tendieron sobre capotes de brega, en ausencia de sábanas, que no las había en la enfermería. Los médicos Carbonell y Garzón le taponaron la herida y le realizaron transfusiones de sangre. Mientras, en el albero, Luis Miguel realizaba una faena espléndida a su sexto toro y daba la vuelta al ruedo. De la enfermería fue trasladado de urgencia al hospital de Linares, donde se le inyectó suero fisiológico, cafeína, antitoxinas, cardiazol y efedrina. Pero la muerte no quería soltar su presa. El parte facultativo decía: “Herida de asta de toro situada en el ángulo izquierdo del triángulo de Scarpa, con un trayecto de veinte centímetros de longitud de abajo hacia arriba y de adentro afuera ligeramente de delante atrás, con destrozo de fibras musculares del sartorio, fascia cribiforme, recto externo, con rotura de la vena safena y contorneando el paquete vascular nervioso y la arteria femoral en una extensión de cinco centímetros y otro trayecto hacia abajo y hacia afuera de unos quince centímetros de longitud, con extensa hemorragia y fuerte shock traumático. Pronóstico: muy grave”. Pasó la noche en estado semiinconsciente. De vez en cuando preguntaba algo: “¿Maté al toro de la estocada?”, “¿no me han dado ni una oreja siquiera?”. Le habían otorgado las orejas y el rabo. Se quejaba. Reconoció a algunos amigos que acudieron a visitarlo, como Domingo Ortega. Preguntaba a los médicos por la situación. Se le administró el Sacramento de la Extremaunción. Se acordaba de su madre, pero no llamó a Lupe Sino, con la que había previsto contraer matrimonio en octubre, y que aguardaba en la sala de espera con la idea de casarse con él allí mismo in articulo mortis. Los amigos de Manolete no la dejaron entrar. Y ya, minutos después de las cinco de la madrugada, después de una brevísima agonía sin aparente sufrimiento, dejó de existir. Tras un entierro emocionante y multitudinario, fue depositado en el panteón de unos amigos mientras se le construía un mausoleo, realizado por el escultor Amadeo Ruiz Olmos en el cementerio cordobés de Nuestra Señora de la Salud. Allí recibió enterramiento definitivo el 15 de octubre de 1951. Con su muerte, la poesía y la canción lo elevaron merecidamente a la categoría de mito. Florián Rey dirigió en 1948 la película “Brindis a Manolete”, con Pedro Ortega haciendo de Manolete y una jovencísima Paquita Rico. En 2006 se rodó otra película con Adrien Brody en el papel del diestro y Penélope Cruz en el de Lupe Sino. |