JOSELITO "EL GALLO": LA JUVENTUD TRÁGICA | |
Gonzalo Pulido Castillo
La tonadillera sevillana Juanita Reina cantaba en los años 60 un pasodoble de Quintero, León y Quiroga cuyo estribillo decía:
Parece que está dormío, ¡Dios mío!, en su capote de brega y por Gelves viene el río teñío con sangre de los Ortega. Suspira bajo su velo la Virgen de la Esperanza y arría en señal de duelo banderas la Maestranza. Y Sevilla, enloquecía, repetía a voz en grito: - ¿Pa qué quiero mi alegría si se ha muerto Joselito? |
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Este Joselito, cuyo nombre suena pronunciado con devoción desde hace cien años en el ambiente taurino fue miembro de una de las dinastías toreras más legendarias de la tauromaquia española. Decir Joselito es decir arte, grandeza, valentía y también tragedia.
José Gómez Ortega nació en la Huerta del Algarrobo, en Gelves (Sevilla), el 8 de mayo de 1895. Sus padres fueron Fernando Gómez García, “El Gallo”, toreo de buen hacer pero que no alcanzó la genialidad de sus hijos, y Gabriela Ortega, la “señá” Gabriela. Hermanos suyos fueron Rafael, que heredó el sobrenombre de “el Gallo” y Fernando, los dos grandes matadores. A José se le conoció como Joselito y también como “Gallito”.
Rafael está en el Puerto, Fernando se fue a Jerez; los dos hermanos por cierto con toros de Guadalest. Pero tengo un cuchillito que me ronda la cintura: en Córdoba Joselito con seis toros de Miura.
Como los toreros de raza, Joselito demostró desde pequeño una gran afición. Se dice que cuando tenía seis años vio torear a su hermano Rafael y allí decidió que sería torero. Esa precocidad la demostró dos años después cuando se escapaba de su casa para observar a sus amigos mayores en los tentaderos. Con doce años era un experto caballista y conocía a los famosos ganaderos Eduardo Miura y Felipe de Pablo Romero.
En Jerez de la Frontera, antes de cumplir los 13 años, debutó en una becerrada al lado de Pepete y Limeño. El 13 de junio de 1912 tuvo lugar su primera actuación en Madrid, en la antigua plaza de la carretera de Aragón. Diez días después toreó en Sevilla y continuó por toda España con más de cuarenta novilladas en esa temporada. Su primera cogida fue en Bilbao, el 1 de septiembre de 1912.
Tomó la alternativa, con su hermano Rafael de padrino, el 28 de septiembre de ese año en la Real Maestranza de Sevilla. Y allí comenzó, ya oficialmente, una carrera deslumbrante, aunque desgraciadamente efímera, de torero valeroso, perfeccionista y elegante.
En esta época formó parte de su cuadrilla uno de sus amigos de infancia, Ignacio Sánchez Mejías, que en 1915 contrajo matrimonio con su hermana Lola y que luego sería torero famoso y miembro de la generación poética del 27. Ignacio tomó la alternativa en Barcelona en 1919 de manos de Joselito y con Belmonte de testigo.
Quede para la historia el dato de que la costumbre de premiar con orejas al torero triunfador nació después de una extraordinaria faena de Joselito el 30 de septiembre de 1915 durante la feria de San Miguel en la Maestranza sevillana. El primer toro que perdió las orejas tras ser muerto fue Cantinero, de la ganadería de Santa Coloma.
La afición taurina, tan propensa a crear rivalidades entre toreros de renombre, contrapuso a Joselito con Bombita y más tarde con Juan Belmonte, como años antes había ocurrido con Lagartijo y Frascuelo. Belmonte sobrevivió más de cuarenta años a su oponente, y no murió en la plaza, sino matándose de un tiro.
A pesar de su jaleada rivalidad, el toreo de Joselito iba asimilando matices del de Belmonte. Joselito era el resumen del estilo antiguo, majestuoso, dominador; Belmonte era un rebelde, desgarbado, atrevido. José era la tradición, Juan era la modernidad. Pero desde 1914 y, sobre todo, en el año glorioso de 1917, que fue el de sus éxitos más brillantes, Joselito acercó ambas posturas y consiguió una síntesis magistral que lo hizo inigualable.
Como posteriormente le sucedería a Manolete, el público empezó a exigirle más y a mostrarle su rechazo en las plazas, lo que, añadido a la campaña que en su contra hizo el crítico Gregorio Corrochano, hizo que pasara malos momentos cercanos a la depresión. Unos amores que no pudieron llegar a buen puerto le amargaron aún más.
Y el 16 de mayo de 1920, en la plaza de Talavera de la Reina, compartiendo cartel con Ignacio Sánchez Mejías, el toro Bailaor, de la ganadería de la viuda de Ortega, acabó con su vida. Tenía 25 años recién cumplidos. El mundo taurino se sintió conmocionado. Ignacio aparece en una fotografía tomada en aquellas horas dramáticas aplastado por el dolor junto al cadáver de su cuñado. En el telegrama que Guerrita envió a la familia se podía leer: “Impresionadísimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. Se acabaron los toros”. El funeral se celebró en la catedral de Sevilla y, en la iglesia de San Gil, la imagen de la Virgen Macarena, a cuya hermandad pertenecía, fue vestida de luto. Está enterrado en el cementerio de San Fernando, en un magnífico mausoleo realizado por el escultor Mariano Benlliure.
Dicen que la Semana Santa siguiente alguien cantó, en el fervor profundo y emocionado de la madrugá sevillana, la siguiente saeta:
Ven, pasajero, dobla la rodilla, que en la Semana Santa de Sevilla, porque ha muerto José este año estrena lágrimas de verdad la Macarena.
Cuando en la Maestranza de Sevilla hay corrida de toros los 16 de mayo, el pasodoble que acompaña a la salida de las cuadrillas no es Maestranza, como de costumbre, sino Gallito, en memoria de aquel torero legendario que se llamó Joselito, ”el Gallo”.
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